Hace un mes

Durante mi embarazo recuerdo haber leído y escuchado decenas de relatos sobre el parto. La información era, por un lado, tan aterradora y, por otro, tan técnica, que mejor decidí olvidarme de todo y optar por el factor sorpresa. De todas formas cada parto es diferente. Ha de ser muy distinto parir sin anestesia o mediante cesárea.

Últimas semanas de embarazo. Desde los siete meses aproximadamente ya no podía dormir bien, pero durante las últimas semanas de embarazo, este problema se agudizó. La panza era demasiado grande; no me dejaba darme vuelta en la cama; cada vez que lo necesitaba, debía pedir ayuda al dueño de mis semanas. Durante las dos últimas semanas de embarazo, la hinchazón en las piernas y pies era más que evidente, así como el vientre demasiado abajo: Abraham ya se estaba preparando para llegar a este mundo. La madrugada del 17 de febrero, me desperté como de costumbre durante los últimos meses, pero con una sensación extraña, las ganas de orinar eran intensas y cada vez más frecuentes, el dueño de mis semanas dormía como si no le debiera nada a la nación. Como los malestares por así decirlo no eran tan apremiantes, opté por no despertarlo, y sí no pasaba nada, le comentaría a las 6:00 am que es cuando acostumbra a levantarse. Pues así transcurrió la madrugada hasta que se levantó el futuro papá; lo puse al tanto de la situación. Ya no sé quién es la persona que más nerviosa se pone, si los futuros papás o las futuras mamás a la hora del próximo nacimiento; el dueño de mis semanas, inmediatamente se puso hacerme un montón de preguntas, que si ya había roto fuente, que si ya tenía contracciones, que si me sentía mareada, etc, etc. Le comenté que nada de eso sucedía simplemente los malestares que ya le había dicho.

Lo tranquilicé y le dije que se fuera a trabajar sin preocuparse, que cualquier cosa yo le hablaba, no se quedó conforme, así que dijo que regresaba a medio día (si es que no le hablaba antes), para llevarme a la clínica a revisión y que el doctor dijera si ya era hora de internarme o aún podía regresar a casa. Antes de irse entre la emoción del nacimiento de nuestro hijo, recordó que era mi cumpleaños, me felicitó y me dijo que sería un bonito regalo si nacía nuestro hijo ese día.

La mañana transcurrió sin ninguna novedad, incluso todavía me di el lujo de entrar al face, y contestar algunas felicitaciones.

Pero a eso de las 11:00 am una sensación extraña hizo que fuera al baño, encontré un poco de agua con sangre en mi ropa interior: la fuente se había roto. Mi bebé cansando de la placenta, había decidido explorar más allá de esa frontera. Estaba listo para nacer.

Mi madre había llegado dos semanas antes de la fecha probable de parto, la cual era el 22 de febrero, así que no estaba sola en casa, le comenté lo que había visto en mis pantaletas. Con toda la tranquilidad del mundo me dijo: “No te preocupes. A veces pasan horas entre el rompimiento de la fuente y el inicio de las contracciones, todavía tienes tiempo de bañarte antes de irnos a la clínica”.

Haciendo caso al consejo de mi madre, me tranquilice, regrese a la computadora, cerré la sesión del face, la apagué, arreglé mi ropa y me bañé, no tenía caso hablarle al dueño de mis semanas, puesto que ya casi estaba por llegar, así que, para que preocuparlo, ya lo mantendría al tanto cuando llegara.

12:30 pm primera contracción, hora de llamarle al doctor.

-Doctor hace hora y media que rompí fuente y las contracciones ya comenzaron.

-¿Cuánto tiempo te tardas en llegar a la clínica?

-Unos 30 minutos aproximadamente

-OK, ahí nos vemos.

Llegando a la clínica, ya me esperaban. Sin saber cómo, ni porqué, en menos de lo que canta un gallo estaba en una habitación diseñada especialmente para el trabajo de parto. Antes ya me habían quitado anillos y reloj. De igual forma, cambié la ropa de maternidad por una mona bata de cuadritos color rosa más ad hoc a la situación.

Mientras llegaba el doctor las enfermeras me hicieron varias preguntas. Nombre, edad, número de hijos, tipo de sangre, intervenciones quirúrgicas.

Mi madre y el dueño de mis semanas se presentaron para despedirse y darme ánimos. De pronto me quedé sola. Las contracciones comenzaron a ser insoportables.

Creía que no había nadie en cinco kilómetros a la redonda. Algunos minutos después, los cuales me parecieron una eternidad, por fin apareció una doctora. Mientras averiguaba mi vida y milagros, checó mis signos vitales y la evolución de la dilatación.

-Apenas tienes cuatro puntos.

-¡No me digas! ¡Ya no aguanto!

-Espérame, voy a buscar al doctor, dijo, mientras desaparecía.

Otra vez estaba sola. Afortunadamente esta vez no tardó en llegar mi ginecólogo.

La hora X se acercaba. Lo que pasó después se pierde en la memoria de mis tiempos. Recuerdo al ginecólogo y a su asistente haciendo una prueba general de parto, ya que al parecer no estaba dilatando como debía ser.

Me esforzaba al máximo, pero no podía hacerlo. Yo, que no tenía miedo en lo absoluto “a la hora de la verdad”, empecé a tenerlo.

De repente escuché la voz del ginecólogo diciéndome, no llegarás a los 10 puntos de dilatación, aparte el producto esta muy grande (no entiendo eso de producto, se oye tan frío y seco, en fin palabras de doctores) tendré que hacer cesárea.

No estaba preparada para eso, así que me puse muy nerviosa por unos instantes, pero la lucidez no tardó en llegar y me tranquilicé, pensando que era lo mejor.

Antes de entrar al quirófano, me presentaron a las personas que estarían en mi parto así como su función. De todos no pude recordar ninguno. Estaba demasiado preocupada por saber si mi bebé nacería bien. Me recostaron en la plancha. El anestesiólogo fue el primero en entrar en acción, por cierto una persona muy amable, el cual me iba explicando y adelantándose a lo que iría sintiendo gracias a la anestesia. Miré el reloj, de nada sirvió ya que no recuerdo la hora, en que el ginecólogo pronunció las palabras tan temida y esperadas.

-Lista enfermera es hora de comenzar la cirugía.

Acto seguido el anestesiólogo puso música de José Alfredo Jiménez, mientras seguía explicándome lo que estaba sintiendo gracias a la anestesia.

Exactamente mi hijo nació a las 19:20 hrs.

Lo escuché llorar, en ese mismo momento lloré con él, el doctor dijo que era un bebé muy grande, lo único que pregunté fue:

-¿Pero está bien?

-Sí, es un niño, y está muy bien.

Seguí llorando, lo que sentí en ese momento es difícil de explicar. Aunque suene a canción cursi, solo sé que fui feliz.

Lo pusieron en una mesa de observación, mientras sus pulmones se llenaban de aire. Se llevaron al bebé para bañarlo. Me pidieron que me dejara de llorar, porque así no podían sacar la placenta.

-¿Quieres ver la placenta?

-Sí.

Era como un hígado gigante. Al ver mi cara de asco, el ginecólogo se río y me dijo:

-Así como la ves de horrible, es una maravilla.

Procedió a suturarme. El ginecólogo, su asistente y el anestesiólogo, hablaban de los materiales de construcción que le hacían falta al ginecólogo para seguir ampliando su casa, mientras seguía de fondo las canciones de José Alfredo Jiménez. Eso parecía una reunión de amigos y no un quirófano.

Antes de que pudiera darme cuenta, los rostros con nombres recién olvidados habían desaparecido. Me trasladaron al cuarto para mi recuperación. Me llevaron a mi hijo. Ahora sí pude abrazarlo y besarlo como lo esperé durante nueve meses de embarazo.

Los efectos de la anestesia comenzaron a pasar, me empezó a dar una fuerte sensación de picazón en las piernas, era desesperante. Después tenía frío, mucho frío, le pedí al dueño de mis semanas que me cubriera con las cobijas, porque el frío era insoportable. El ginecólogo fue a despedirse, comentándome que en cuanto me diera dolor en la herida, le hablará a la enfermera para que me pusieran un calmante.

El dolor que se siente es insoportable, indescriptible. En fin, lo bueno que en cuanto sentí el dolor acudió la enfermera para auxiliarme.

Ya no tenía frío y dolor, pero sí mucha hambre y sed. No había comido en varias horas. La respuesta no fue alentadora. El dueño de mis semanas fue a preguntar que a que hora podía comer y tomar agua, le dijeron que hasta al otro día a las 8:00 am. Pueden jurar que fue la noche más larga de mi vida.

Durante el siguiente día, llegaron las visitas de amigos y familiares. Ya era mamá y apenas podía creerlo. Durante nueve meses estuve esperando a mi hijo, fue una etapa maravillosa, claro implicando los malestares que conlleva un embarazo, pero aún así, lo disfrute al máximo. Ahora estoy en otra etapa maravillosa y es tener a mi hijo en brazos y poder disfrutarlo a plenitud.

Datos generales:

Nombre completo: Abraham Said Rivera Balderrama

Hora de Nacimiento: 19:20 hrs

Talla: 51 cms

Peso: 4,250 kg

Lugar de Nacimiento: Poza Rica de Hgo, Ver.

Fecha de Nacimiento: 17 de febrero de 2012.

Sí, exactamente hoy cumple un mes Abraham de nacido. Un mes en que nos ha traído dichas, desesperación porque a veces no entendemos porque llora, sentimentalismo, menos horas de sueño, lindas sonrisas, en fin tantas cosas nuevas en nuestras vidas.

3 Desubicados dijeron:

TylerD dijo...

Guau!!! me gusto como lo relataste. Felicidades nuevamente, y esperate que viene lo bueno.

Anónimo dijo...

Ay Brendita que lindo, no soy mamá... pero como mujer se que debe de ser la experiencia mas hermosa del mundo y espero un dia poder compartirlo... FELICIDADES Y BENDICIONES

Labios Jaguar dijo...

Benja no necesito esperarme lo bueno ya llegó jaja.
Karlita créeme que ser mamá es la mejor experiencia del mundo, cuando lo llegues a ser entenderás lo que digo.

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